Veneran y emulan la imagen idealizada que el cine y la literatura ha generado para recrear su universo, pero son criminales sin escrúpulos. En algunos casos, clanes de paletos salvajes. No hay que olvidarlo. “Para un italiano ver un restaurante con el nombre de la mafia es como si a nosotros nos ponen delante uno con el nombre de ETA” nos explicó hace pocas fechas Íñigo Domínguez. Él ha sido este 2019 el último autor invitado en el ciclo de presentaciones literarias y coloquios ‘Periodistas para una nueva era’ organizado por la ASPE y la librería Letras Corsarias.
No es habitual ser profeta en tu tierra, pero el salmantino (periodista en El País y colaborador en el programa ‘A vivir que son dos días’ de la Cadena Ser) consiguió mantener elevado el interés del auditorio durante casi dos horas. El motivo principal de su visita era desentrañar los entresijos de los distintos grupos que forman la mafia y que desgrana en su libro ‘Paletos salvajes. Crónicas de la mafia II’. Y no decepcionó.
Las cifras de la vergüenza
Fuera de Italia pocos saben que entre el siglo XX y lo que va de éste, estas organizaciones criminales mataron a unas 6.000 personas. La cifra se alcanza sumando las 800 personas inocentes a las que segaron la vida y a los propios matones y parientes asesinados en guerras internas, ajustes de cuentas, venganzas y demás. De hecho, en solo dos años de matanzas entre ellos, en los ochenta, acabaron con la existencia de más personas que ETA en 40 años.
Eso ha convertido al sur de Italia durante demasiado tiempo en un escenario casi de guerra sin que hubiera declarada una. Y cualquiera, no sólo quienes tratan de acabar con esta lacra, puede tener la mala suerte de cruzarse con sus balas.
Íñigo Domínguez vivió 15 años en Italia y se dio cuenta de que cuando volvía a España todo el mundo le preguntaba por la mafia, pero con un gran desconocimiento sobre ella. Primaba el brillo de las películas sobre la realidad. Así fue como empezó a documentarse en profundidad sobre ella para escribir con solvencia. Eso y su estilo fresco y directo, aderezado con un sutil sentido del humor que permite sobrevivir al horror que narra, hacen de este, su segundo libro sobre la materia, un texto revelador para quienes viven fuera de Italia. Y muy apetecible de devorar.
Extraños compañeros de viaje
¿Cómo es posible que en un estado democrático existan organizaciones criminales de este calibre? “La mafia y el estado italiano nacieron a la vez, por eso Iglesia, Estado y mafia están enlazados”, contó. Además, durante la Guerra Fría el bloque de la OTAN, la CIA, la Democracia Cristiana, y el Vaticano tenían un enemigo común: Los comunistas. La mafia se alineó con los primeros. Se ve que los enemigos de mis enemigos son mis amigos.
Y quien es capaz de bailar con estas parejas, también lo hace con soltura en el mundo de los negocios. “La mafia, sobre todo en Estados Unidos, es una copia en papel carbón del sistema, una epopeya americana del capitalismo en su versión más salvaje, con el lema de ganar dinero donde sea y como sea”.
Visto lo visto, se hacen menos increíbles las probadas relaciones de Andreotti o Berlusconi con la mafia. “Berlusconi es brillante y hubiera triunfado igual sin su apoyo”, consideró el periodista.
Aunque han adoptado por ser discretas para sobrevivir y no todas las mafias pasan por su mejor momento, siguen activas y se han internacionalizado. La que más capítulos del libro ocupa, la Cosa Nostra, la siciliana, se está reorganizando silenciosamente, con menos potencia de la que tenían hasta los años 90. Su puesto relevante en el crímen organizado internacional lo ocupa actualmente la ‘Ndrangheta calabresa. Domina el narcotráfico y se ha convertido en la más peligrosa. Los clanes de Nápoles y Campania, por su parte, avanza con sicarios jóvenes, ávidos de poder y dinero, pero que con mucho oficio por aprender.
“El país con más capos fuera de Italia es España”, aseguró Domínguez. En la costa del Sol se mueven como en casa. Sus vecinos seguramente piensen que residen junto a respetables hombres de negocios del sector inmobiliario o con hoteles y restaurantes, por ejemplo. Pero eso es porque aquí no quieren pegar tiros. Es su forma de mantenerse ocultos y poder negociar y blanquear.
Periodismo para controlar el poder
“En el periodismo se viven momentos difíciles. Periodismo siempre tiene que haber y lo habrá. ¿Cómo? No tengo ni idea, la verdad. Sin prensa no hay control del poder”, afirmó Íñigo Domínguez. Tanto la encargada de presentar el acto, Ana Carlos, vicepresidenta de la ASPE, como algunos de los asistentes al acto, aprovecharon la ocasión para preguntarle por su opinión sobre su visión sobre el futuro del periodismo.
Las buenas historias bien contadas siempre conseguirán el interés de la audiencia. Otra cosa es cómo conseguir que pague por ellas. El tiempo traerá las respuestas.
Fotos: Álex López (Todos los derechos reservados)